En El valle de la zarzela Calderón experimenta con una alegoría corrupta. El Demonio-León inventa una representación en alegoría de caza, en la que pueda, con la ayuda de la Culpa-Fiera, destruir las esperanzas del Hombre. La alegoría que tan confiadamente elige el León escapará a su control, pues no ha sido consciente de otras posibles interpretaciones, a pesar de que conoce bien los textos bíblicos y patrísticos (estos Demonios calderonianos son teólogos bastante expertos).
Ellas podían haberle puesto en sospecha de sus propias debilidades: baste señalar que la imagen del cazador remite, sí, a personajes réprobos, pero que en última instancia en la dinámica de fieras/cazadores, es la fiera la que suele quedar derrotada. El enigma de Esdras que aduce la Fiera plantea — sin que estos personajes diabólicos lo perciban— la inferioridad del león (que en la alegoría primera del auto representa precisamente al Demonio). La zarza, en fin, que para el Demonio es símbolo del pecado, es también símbolo de la Encarnación y de Cristo en la cruz, de modo que todos los elementos que el Demonio y la Culpa quieren interpretar a su modo verán invertidos los significados negativos y forzarán a una lectura salvífica de la metáfora estructural de la pieza.
La fecha concreta de composición de este auto es incierta. La edición presente cuenta con el facsímil del manuscrito autógrafo de Calderón. |
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