El tesoro escondido (1679) es uno de de los últimos autos sacramentales compuestos por Pedro Calderón de la Barca. Pertenece al grupo de autos inspirados en parábolas y relatos evangélicos. Se agrupa, por lo tanto, con obras como El primer refugio del hombre y probática piscina, El diablo mudo, El día mayor de los días, La siembra del Señor, La semilla y la cizaña, La viña del Señor, Tu prójimo como a ti, Llamados y escogidos y El nuevo hospicio de pobres. La parábola en que se basa El tesoro escondido es una de las más cortas del Nuevo Testamento: aquella en que Cristo explica a sus discípulos que «es semejante el reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta y, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo» (Mateo 13:44).
En su introducción, el editor Robert Lauer dedica un capítulo largo a la versificación del auto, resaltando tres casos de metros interesantes: un canto bailado de versos fluctuantes, una escueta canción y una breve copla de octosílabos consonantes pareados con un eco musical.
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