La recuperación de la segunda parte de El Acomodado don Domingo de Don Blas es una contribución relevante al repertorio teatral del Siglo de Oro. Y fundamental, desde luego, para un escritor tan valorado y debatido como el mexicano Juan Ruiz de Alarcón. También se trata de una aportación sorprendente, por ser el suyo uno de los corpus mejor acotados y controlados. Algo así es la primera vez que le ocurre en los estudios contemporáneos.
Nada se sabía de ella. Sus 2.829 versos dan una nueva oportunidad a don Domingo de Don Blas, el singular protagonista de No hay mal que por bien no venga, una de las más cumplidas creaciones alarconia-nas y de la dramaturgia áurea. No existen otras muestras en el autor de la práctica contemporánea de ensartar diferentes partes. Don García, el hijo rebelde de Alfonso III, es el nuevo rey de León y, sorprendentemente, promueve a la privanza a don Domingo, quien fuera causante de su fracaso y prisión. Éste absorbe el protagonismo hasta extremos que es difícil encontrar en ninguna otra obra, y que se desgrana en sabrosos comentarios y desplantes verbales sobre los más variados temas y situaciones. La sátira de costumbres, tan alarconiana, alcanza aquí su desarrollo máximo; pero quizá las consideraciones más interesantes de este nuevo espécimen de comedia de privanza son las que se refieren al poder. Sólo como excusa se bosqueja una incompleta acción dramática su punto más débil, sin duda, cuyo final definitivo deberá esperar a una tercera parte, que se anuncia.
El estudio pormenorizado y la anotación al texto buscan explicar sus diferentes aspectos, con una atención especial a demostrar cómo encaja en el universo de formas e ideas del poeta. El resultado es que no sólo no repugna ningún rasgo sustancial de sus obras conocidas, sino que, además, se asocia a ellas en las rarezas, en las peculiaridades que constituyen el marchamo alarconiano sobre las convenciones generales.
El innegable interés que la nueva pieza presenta por sus propias características -se acrecienta por su datación. Son sólidos los indicios que la señalan como la última comedia conocida de Ruiz de Alarcón. Quien moduló una voz diferenciada en el panorama de su época extremó con ella sus divergencias. Ninguna otra podrá justificar en la misma medida la "extrañeza" que a su teatro achaca el famoso y polémico juicio de Pérez de Montalbán.
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