Antonio Sánchez Jiménez Zaloma: cantos marineros en la literatura del Siglo de Oro (Eugenio de Salazar, Damián Salucio del Poyo, Lope de Vega Carpio) pp. 111-135 |
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Entre sus Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico, Francisco Rodríguez Marín (404-405) incluyó la palabra “zaloma”, que documenta con ejemplos en Pedro de Oña, el Persiles cervantino y dos lugares de Lope de Vega. Sería aventurado aseverar que este vocablo propio del lenguaje marinero haya perdido totalmente el “lugar en nuestro léxico” que reclama Rodríguez Marín, y que “zaloma” haya sufrido el destino de otras palabras que recoge en el citado libro, como “enmustecerse”, “mendocino”, “zahurdar” y tantas otras hoy extintas. En contraste, zaloma (o saloma) todavía existe como vocablo especializado (musical o zoológico) en América: en el folklore panameño la saloma es una parte de la estructura de la cumbia y otros cantos (el tamborito, la mejorana) (Zárate y Pérez de Pérez 242 y ss.) y en países como Argentina o Paraguay se llama zaloma el griterío de los monos, como muestra ya el venerable ejemplo de Azara (Apuntamientos 174, 175, 176-177) y confirman el Vocabulario rioplatense de Muñiz (415) y el Diccionario gauchesco de Gobello (s.v.). Asimismo, encontramos la palabra en Valle-Inclán, quien señala que “Entre los presos que coronaban el baluarte acrecía la zaloma de motín con airados gestos y erguir de brazos” (Tirano Banderas, 232), y en Carpentier, quien habla de una “bárbara saloma de remontadores de ríos” (El siglo de las luces, 396), aunque el primer uso parece metafórico (por ‘rumor’), y el segundo tan libresco, y en un autor tan erudito, que no podemos descartar que estas zalomas sean eco de las lecturas de los dos novelistas, más que de una vigencia oral…
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