Hortus digitalis 2

Oralidad, musicalidad y sonoridad en la literatura áurea
Fernando J. Pancorbo (ed.)
2024; vi, 250 pp.; 17 x 24 cm.

Digital (PDF)
(Hortus digitalis 2)
ISBN: 978-3-967280-74-6
[acceso abierto]

 

Roberta Alviti

El canto y la música en La renegada de Valladolid

pp. 23-66

DOI: 10.59010/9783967280746_002


 

El surgimiento de compañías teatrales estables a finales del siglo XVI marcó un cambio significativo en el panorama teatral. Este dejó de ser liderado por aficionados para ser gestionado por profesionales altamente cualificados que constituían un grupo cohesionado. A pesar de ello, la atención hacia su formación profesional, especialmente en aspectos musicales, fue escasa hasta hace poco. Se pasó por alto el hecho de que, además de actuar, cantar y bailar, estos profesionales ofrecían conciertos privados, que están escasamente documentados, así como públicos. Es importante recordar que músicos y actores compartían no solo el espacio escénico, sino también la vida cotidiana, ya que la mayoría residía en el mismo barrio, el barrio teatral: incluso algunos músicos del Rey tenían viviendas en este lugar. Por lo tanto, no sería sorprendente que, dada la proximidad, algunos músicos impartieran lecciones de música a los actores y actrices (Subirá 1960, passim).
Fue con la llegada de Mariana de Austria, la joven esposa del Rey Planeta, en 1649, que se inauguró un nuevo capítulo para el teatro palaciego. Este empezó a ser concebido como un escenario solemne y festivo, reservado para ocasiones especiales como nacimientos de infantes, bodas, celebraciones de cumpleaños reales o eventos políticos…


 

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