Quién no ha cantado alguna vez, en un arrebato de patriotero criollismo, aquella hermosa canción que empieza diciendo "la noche cubre ya con su negro crespón...". Es El Plebeyo, el tema más conocido de Felipe Pinglo y tal vez la condena de que su obra haya sido poco y mal investigada en el Perú. Hoy se celebra el centenario de su nacimiento y esta crónica alerta sobre la necesidad de saldar cuentas con su legado musical.


    En un reciente homenaje por el centenario de Pinglo, Manuel Acosta Ojeda, uno de los más versados conocedores del bardo y sus andanzas, dejó para la platea una valoración que debería tomarse en cuenta: "Aquel verso de Señor, por qué los seres no son de igual valor es tan importante en nuestra música, como el poema Masa de Vallejo o los Siete Ensayos de Mariátegui lo son para nuestra cultura". En los últimos días se ha realizado varios homenajes al compositor barrioaltino, se ha lanzado algunos discos recopilatorios de su repertorio interpretado por voces famosas del Perú, pero la idea que permanece sobre la mesa es que el análisis de su obra es una asignatura pendiente en comparación con la de los mencionados exponentes de la cultura nacional.

    De Pinglo se sabe que amaba la bohemia, si bien él mismo no era lo que se dice un bohemio; se sabe que varias de sus composiciones reflejan personajes y situaciones de su tiempo, con tanto valor como las acuarelas de Martín Fierro reflejan el suyo; se sabe que su trabajo incorpora ritmos foráneos como el fox trot, el boston y el one-step para darle nuevos matices al valse y la polka; se sabe que era zurdo, que rengueaba y era enfermizo, que componía sobre la marcha en cualquier pedazo de papel. Pero la pobre investigación sobre su legado permite que los supuestos conocedores se hayan sorprendido con la reciente revelación de que su hija posee no treinta sino cincuenta composiciones inéditas del bardo, de las que incluso ella desconoce la música.

    El hecho trascendental es que el peruano de la calle no tiene conciencia de Pinglo más allá de El Plebeyo, cuando varios especialistas no dudan en comparar su obra con la de extraodinarios íconos musicales contemporáneos suyos como el propio Gardel en Argentina, Rafael Hernández en Puerto Rico o la mexicana María Grever. La particularidad de Pinglo está en la opción de retratar a los marginados de la sociedad. Juan Luis Dammert afirma categóricamente que sus personajes "son lecciones de historia para el que los encuentra".
"Como en un cuadro de Brueghel o en una procesión del Señor de los Milagros, la gente se aprieta en sus letras, circula, va en auto, da direcciones de nichos, vende picarones -explica Dammert-. Parece un retablo de la vida entre la ciudad y el campo, cuyos amplios ejes de significación se deslizan entre la pureza quieta de la aldea y el veloz frenesí del cabaret, lugares símbolo de la vida moderna. El bohemio contra el labriego, el saltimbanqui del amor. Las mujeres que habitan esos polos de traición y fidelidad, una corte de personajes que reflejan definitivamente la república que Pinglo ve y escucha en las calles de Lima durante las primeras décadas del siglo XX".

   
La importancia de su producción, no obstante, ha quedado difuminada por una serie de factores institucionalizados con el tiempo. "Se le ha hecho mucho daño a su obra -insiste Acosta Ojeda-, especialmente con los popurrís. En este tipo de recursos comerciales se arma un tema en base a porciones de otros temas famosos. Por desgracia, todo el trabajo que hizo el compositor con tanto esfuerzo pierde toda su grandeza".

    Paralelamente, una serie de traspiés han impedido conocer más el entorno del compositor. En 1939, el director artístico de Radio Goycochea -una de las más populares entre las cinco o seis que entonces operaban en Lima-, el chileno Eduardo Sierralta Lorca, prohibió que su dúo estrella integrado por Delia Vallejos y Javier Gonzáles interpretara El Plebeyo. Cuando los artistas le exigieron una explicación, el funcionario les mostró un documento oficial en el que se prohibía a las estaciones radiales la trasmisión de siete canciones, bajo amenaza de multa. Los títulos eran: El Plebeyo, La Oración del Labriego, Mendicidad, Jacobo El Leñador, El Canillita, Aldeana y Pobre Obrerita. El cargo sobre esas canciones era que supuestamente pertenecían al líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre, archienemigo del presidente Benavides.

    Pero el caso más flagrante ocurrió hacia 1957, cuando Rafael Del Carpio realizó el proyecto de recopilar entrevistas a las personas que conocieron directamente a Pinglo. Del Carpio instaló una enorme grabadora Amtex en la camioneta de Radio Nacional y visitó, junto a su equipo, la vecindad de Barrios Altos donde vivió el compositor. Allí alcanzó a registrar 57 testimonios con muchísimas referencias directas sobre el autor de El Plebleyo. Pero el material quedó almacenado durante años en el local de la emisora sin las condiciones mínimas para su mantenimiento, y todo el valiosísimo trabajo se perdió por desidia.

    La imagen del bardo fue estigmatizada durante mucho tiempo debido a su apego a los ambientes bohemios. Algunas veces se le acusó de ser borracho o de usar drogas. Otras veces se le atribuyeron posiciones políticas cercanas al aprismo o al mariateguismo. Pero lo cierto es que Pinglo era un bebedor medido, no usaba drogas, y políticamente estaba más cercano al anarco-sindicalismo de Gonzáles Prada que a Mariátegui o Haya de la Torre. Sobre este último punto, existen referencias de que Pinglo participaba en actos culturales organizados por los sindicalistas de la época, como el homenaje al artista plástico Delfín Lévano en un teatro de La Victoria.

    Ya es un lugar común decir que los temas de Felipe Pinglo están inspirados en su entorno inmediato: El Plebeyo en la desventura amorosa de un compañero suyo, trabajador textil, que en una quermese de Malambo se enamoró de una mujer hermosa y elegante; Rosa Luz, en la bella hija de una anticuchera que ponía su puesto a las puertas de la Iglesia de Cocharcas; El Canillita en cierto chiquillo que veía cuando trabajaba como corrector de pruebas en el diario La Crónica; y Sueños de Opio en las aventuras que sus amigos tenían en los "ginkes", locales de Paruro regentados por chinos. Su tragedia personal, iniciada con la muerte prematura de su madre a consecuencia del parto y su propia condición enfermiza fueron dolores que marcaron su existencia y que él reflejó en otras composiciones. Pero estas son referencias anecdóticas que merecerían mayor análisis. Del mismo modo, la influencia en Pinglo de una generación intelectualmente brillante como la que caracterizó al Perú de los años veinte, no ha sido establecida de manera suficiente. Como dice Acosta Ojeda: "Nadie puede sacar esa clase de talento de la nada". Cien años después, la deuda con el maestro permanece en rojo. 

LA ÚNICA ENTREVISTA

    Poco antes de morir, Felipe Pinglo fue contactado por el periodista Juan Francisco Castillo, de la revista Cascabel, quien le hizo el único reportaje de su vida. Para entonces, Pinglo empezaba a ser reconocido oficialmente, más allá de las jaranas de barrio. Así escribió Castillo:

   Se trata de un bohemio. De un hombre que hace ocho años viene luchando con la enfermedad. Mejor (dicho), con las enfermedades. Pinglo tiene un complejo de enfermedades. Su organismo resentido ha terminado por arrastrarlo al hospital. Ocupa un apartado de la Sala Odriozola en el Dos de Mayo. En la portería nos dieron el número 27. Nos encontramos con que es un departamentito. Lo deben pagar familiares y amigos con grandes sacrificios. Pinglo está semierguido, recostado sobre sus almohadas...

   Vibra en este hombre delgado y bohemio la ideología extraña del optimista y valiente (...). Le hacemos presente que en las composiciones que le conocemos es notoria la influencia argentina. Pinglo protesta. No cree en la influencia. Se siente musicalmente peruano por los cuatro costados (...). Nos cuenta del vía crucis del compositor nacional, que debe convertirse en especie de pordiosero para lograr que su música se imprima. Por su parte y merced a mucho esfuerzo sólo tres piezas han logrado ser publicadas.

   No queremos que Pinglo se fatigue. Eso podría traerle complicaciones, pero es la primera vez que los periodistas se ocupan de un músico modesto...

   Preguntamos por algún compositor ignorado, que a juicio de Pinglo tenga méritos y porvenir.

   –Conozco varios –dice–. Creo que debo mencionar a Pablo Casas, un muchacho que ha compuesto con mucho acierto. De lo que más me agrada le citaré 'Olga' y 'Mal proceder', un par de valses de mérito. Como Casas hay muchos. Que los apoyen y tendremos un arte renovado y que refleje perfectamente la esencia popular.


David Hidalgo
(Diario La República, Lima-Perú. 18/7/99)

Volver...
Volver a la Págna Principal...